Imagen: Fagor Industrial |
Restaurante Atea, Bilbao
Arquitectura: Q Diseño Interiorismo y Arquitectura
Promotor: Grupo Zortziko
Situación: Plaza de Uribitarte, 4 – 48001 Bilbao
http://goo.gl/maps/gW6qa
Fecha proyecto: 2009?
Fecha ejecución: Septiembre 2009 – Diciembre 2009
Restaurante Atea (Bilbao)
Restaurantes -- Bizkaia.
Bilbao.
Catálogo >
http://millennium.ehu.es/record=b1798597~S1*spi
>
DOCUMENTACIÓN
Restaurante Atea, Bilbao : Q Diseño Interiorismo y Arquitectura
En: Formas de proyectar, n. 8 (2010), p. 96-99
http://millennium.ehu.es/record=b1798594~S1*spi
TEXTO COMPLETO | PDF
http://issuu.com/formas-de-proyectar/docs/formas_de_proyectar_8
>
ENLACES
Entidad | Restaurante Atea
http://atearestaurante.com/
Arquitectura | Q Diseño
http://www.qdiseno.com/
>
IMÁGENES / AUDIVISUALES
Fagor Industrial | Restaurante Atea
http://www.fagorindustrial.com/areas_negocio/casestudies_detalle.php?id=3
>
PRENSA
Fagor Industrial equipa al restaurante Atea, de Bilbao
Fagor Industrial, 2010-04-21
>
RECURSOS
Fagor Industrial equipa el restaurante Atea de Bilbao
En: MAB Hostelero, n. 172 (2010), p. 42-43
TEXTO COMPLETO | PDF
> LECTURAS
Restaurante Atea, Bilbao : Q Diseño Interiorismo y Arquitectura
Formas de proyectar, n. 8
El restaurante Atea se ubica dentro del antiguo almacén general de
aduanas. Tras caer en desuso y posteriormente en ruina, se recuperó su muralla
exterior como parte de la urbanización de las llamadas Torres de Isozaki, un
complejo residencial y comercial proyectado por el arquitecto japonés.
El local presenta una planta poligonal irregular, con una pequeña entreplanta y seis pilares distribuidos desordenadamente lo cual, junto con unas alturas también desiguales, creaba un punto de partida un tanto confuso. Con la distribución del establecimiento, se pretende generar un único espacio lo más amplio y limpio posible, muy funcional y buscando el protagonismo del muro y sus grandes ventanales. Básicamente, a partir de un tabique curvo se ordena y se separa la zona de público de la de servicio, además de absorber el pilar central y la entreplanta, de altura insuficiente para su uso como comedor. Este tabique y los otros elementos que esculpen el lugar, como los techos, se plantean más como mamparas o piezas de mobiliario que como componentes constructivos propiamente dichos. Así, la mampara no toca el techo, éste no toca las paredes y un segundo techo, suspendido sobre la barra, tampoco toca ninguno de los anteriores.
Con esto se consiguen dos efectos: primero, dar mayor protagonismo a la estructura original del edificio, ya que parece que la intervención evita el contacto con ella en un signo de respeto; y segundo, aportar una mayor ligereza y obtener un halo de misterio provocado por esa sucesión de encuentros inacabados.
Respecto a los materiales empleados, éstos son sobrios y duros. No destacan por exuberantes o lujosos, sino por un sutil juego de texturas resaltado por la iluminación y por unos colores neutros combinados con un tono crema y otro azul de inspiración retro, así como por el propio paramento exterior. En este punto se optó por la “no actuación”, es decir, nada de maquillaje para un muro que ha visto pasar años de abandono durante el Bilbao más industrial. Y testigo del tiempo han quedado las huellas de filtraciones y humedades como cicatrices en su corteza. Asimismo y en homenaje a su pasado, el rótulo “almacén general” recorre todo el perímetro de la fachada y una luz indirecta barre y acentúa sus texturas. Ahondando en ese juego con el ayer, en la entrada, aprovechando la necesidad de ubicar un ropero y un mostrador, se fabrican unos elementos en madera de pino a modo de cajas de embalaje.
Partiendo de la filosofía del restaurante, orientado a una oferta de calidad a precios asequibles con una alta rotación de comensales, se busca un mobiliario muy funcional, apostando por una serie de mesas corridas compartidas centrales, combinadas con otras individuales laterales, que permiten una rápida reconfiguración según el número de personas.
En definitiva, se pretende un local ágil, de elevado rendimiento, pero donde el cliente salga con la satisfacción de degustar una buena cocina, junto con la sensación de haberla disfrutado en un entorno especial. Un restaurante singular y con carácter.
El local presenta una planta poligonal irregular, con una pequeña entreplanta y seis pilares distribuidos desordenadamente lo cual, junto con unas alturas también desiguales, creaba un punto de partida un tanto confuso. Con la distribución del establecimiento, se pretende generar un único espacio lo más amplio y limpio posible, muy funcional y buscando el protagonismo del muro y sus grandes ventanales. Básicamente, a partir de un tabique curvo se ordena y se separa la zona de público de la de servicio, además de absorber el pilar central y la entreplanta, de altura insuficiente para su uso como comedor. Este tabique y los otros elementos que esculpen el lugar, como los techos, se plantean más como mamparas o piezas de mobiliario que como componentes constructivos propiamente dichos. Así, la mampara no toca el techo, éste no toca las paredes y un segundo techo, suspendido sobre la barra, tampoco toca ninguno de los anteriores.
Con esto se consiguen dos efectos: primero, dar mayor protagonismo a la estructura original del edificio, ya que parece que la intervención evita el contacto con ella en un signo de respeto; y segundo, aportar una mayor ligereza y obtener un halo de misterio provocado por esa sucesión de encuentros inacabados.
Respecto a los materiales empleados, éstos son sobrios y duros. No destacan por exuberantes o lujosos, sino por un sutil juego de texturas resaltado por la iluminación y por unos colores neutros combinados con un tono crema y otro azul de inspiración retro, así como por el propio paramento exterior. En este punto se optó por la “no actuación”, es decir, nada de maquillaje para un muro que ha visto pasar años de abandono durante el Bilbao más industrial. Y testigo del tiempo han quedado las huellas de filtraciones y humedades como cicatrices en su corteza. Asimismo y en homenaje a su pasado, el rótulo “almacén general” recorre todo el perímetro de la fachada y una luz indirecta barre y acentúa sus texturas. Ahondando en ese juego con el ayer, en la entrada, aprovechando la necesidad de ubicar un ropero y un mostrador, se fabrican unos elementos en madera de pino a modo de cajas de embalaje.
Partiendo de la filosofía del restaurante, orientado a una oferta de calidad a precios asequibles con una alta rotación de comensales, se busca un mobiliario muy funcional, apostando por una serie de mesas corridas compartidas centrales, combinadas con otras individuales laterales, que permiten una rápida reconfiguración según el número de personas.
En definitiva, se pretende un local ágil, de elevado rendimiento, pero donde el cliente salga con la satisfacción de degustar una buena cocina, junto con la sensación de haberla disfrutado en un entorno especial. Un restaurante singular y con carácter.
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